Demostrándole a la morocha cómo se juega en el mundo del deseo{R}

- No soy así de tramposa, no con estas nimiedades, aunque puede que tú estes muy acostumbrado a manejarte con gente así...- murmura apenas, apuntandolo con la mano abierta -. ¿Y cómo compruebo que me devolverás mi armado? Es mucho más valioso que una botella de vodka, ¿Sabes? - responde, alzando una ceja -. No se puede recibir sin dar, cariño.

-Pide. Yo jamás prohibo algo.-susurra sonriendo gamberro, again. A pesar de Zio, un desliz era un desliz...A parte, no tenía nada serio con ella, y la rubia lo había dejado en claro cuando Lyam la vió coquetar con un morocho noches atrás...Podría decirse que aquello era venganza sin intención.

- En cuanto quiera algo contigo serás el primero en saberlo, te lo aseguro - murmura apenas, con algo eternamente frío en su voz. Si, era arisca, por así decirlo, era una cortamambo por naturaleza. Pero la impresión amargada que causaba había pasado a importarle poco y nada en cuanto supo que el morocho andaba en algo con su mejor amiga. No debería extrañarle, Zio siempre tuvo gustos tan extraños.
Y aquello lo enfatiza bastante en su mente, dejando en claro que quiere que él lo sepa sin tener que pronunciar las palabras. Era una jodida y se esperaba un contraataque diez veces peor. Sabía que no se metía con un niño almidonado.

-Ya el sólo hecho de que esté en tu mente, significa algo.-susurra terminando la botella antes de continuar hablando. Al recordar aquello de la rubia, lo único que quiere es beberse hasta el alma y luego que hicieran lo que fuese con él. Le daba lo mismo.

Vuelve a Tom y le pide un Vodka para Raissa, y para él, LA bebida: la mezcla de las 7 bebidas blancas. Una vez por año, el morocho bebía aquello...Y podía pasar una semana con resaca.

- No cuentes conmigo para llevarte al hospital, no sueloyo quien cuida de los inconscientes - murmura. Generalmente, era ella la que acababa siendo cuidada, llevada al hospital, en andas hasta su casa/habitación, etc, etc, etc. Muy pocas veces había vuelto por su cuenta, a total consciencia, tras una noche de descontrol. Y las noches de descontrol solían ser al menos seis a la semana. Tenía un promedio maravilloso, ¿Cierto?
Se lleva el cigarro nuevamente a la boca, cosa que hacía ya incosncientemente, y recibe la botella de manos del barman. Exhala el humo en bocanadas con forma de perfecta O, era especialista en aquello.

-De alguna u otra forma, siempre vuelvo a mi lugar.-responde con ironía, como si se tratase de un perro, y es que él mismo se está tratando de animal en ése momento.

Y cómo si aquella conversación jamás hubiese sucedido, Lyam toma la botella y comienza a beber como si no hubiese un mañana.

Botella y cigarro en mano, olvidando absolutamente que Lyam había pedido su turno, o pretendiendo olvidarlo, Raissa está completa. Bebe un largo trago de la botella, del pico, qué más da. Quizá no faltara mucho para que no pudiera acertar lo servido en un vaso, ¿Para qué pedirlo? Una perdida de tiempo. Algo le provocaba unas ansias irreflenables de acabar aquella botella, como... para ahogar penas. No solía tener muchas penas para ahogar, o quizá ya tenía demasiadas hundidas en el fondo del océano. No lo entendía. Alterna el cigarro con el vodka, que pasa como agua por su garganta.

Deja la botella en la mitad cuando aleja el pico de vidrio de sus labios. Cierra los ojos con presión cuando siente un ardor recorrer sus venas, llenado todo su cuerpo. Y es que aquello producía mucho más que eso, pero Lyam recién estaba en su media botella, y su máximo eran 4 botellas, y una semana con resaca.

Se vuelve a Raissa cuando vuelve a abrir sus ojos. Está de más decir que estaban rojos. Solo la observa, pensando como podía.

Su cabeza no para de manejar ideas, teorías, todas las estupideces que ella mimsa intentaba ahogar. Y es que era exhaustivo oír todo aquello, la velocidad a la que se manejaban sus neuronas aún bajo el efecto del alcohol y las drogas. Bueno, a decir verdad recién comenzaba, pero la vocecita era igual de insportable y ella ya no quería oírla, ya no la soportaba. Se frota las sienes con ansias, dando lasrgos trajos a la botella, olvidando el cigarro entre sus dedos por unos momentos. Quizá encuentre algo por fin que le devuelva la paz que alguna vez tuvo. ¿Siempre fue así de irritable, de acelerada? Probablemente sí, pero sólo cuando buscaba la calma se daba ceunta de aquello. Y su cuerpo comienza a dar señas de la aceleración en su cabeza, sus dedos se mueven con dureza, nudosos ahora, nerviosos. Se revuelve el cabello, sin poder evitar sentir escalofríos. Detestaba aquella sensación y quería que acabara. Cuanto más tardara en irse, peor sería su descontrol aquella noche, era una regla de tres simple. Las peores resacas las tuvo en los momentos más nerviosos, y lamentablemente estos no estaban catalogados, simplemente aparecían. Sólo maldecía la manera en que se manejaba su cerebro.

Pareciera que todo lo que pasaba por la cabeza de Raissa, iba directo a Lyam. Y se odiaba por ello en ese preciso momento, ya que su cabeza no podía siquiera concentrarse en dos cosas y todos esos problemas ahora parecían ser suyos, cuando no lo eran.

-Basta de quejarte, Raissa.-le pide, Le dolía la cabeza de tanto pensamiento estúpido.-Si tanto te quejas del alcohol, no bebas. Y si te molesta tu actitud, cambia.-bajo los efectos del alcohol, Lyam resultaba ser tan sincero como lastimero.

- En cuanto a lo primero, no me quejo del alcohol, siempre resulta un remedio para todo de alguna manera u otra - murmura, acabando por fin la botella de otro largo trago, la apoya sobre la barra, sintiendo un leve ardor en los ojos -. Y me encantaría que entendieras un poquito antes de hablar. En cuanto a lo segundo, ojala fuera así de simple - murmura apenas, dando otras cuantas sorbidas al cigarro.
Por algo era que le molestaba, ¿no? Por algo acarriaba historia ya con aquello, por algo llevaba tanto tiempo queriendo acallar su propia cabeza, por algo no lo había logrado, por algo había buscado el mejor remedio: el alcohol. Todo empeora antes de acabar. Era una frase que tenía muy grabada en su mente, porque sabía que siempre la voz se aceleraba antes de callarse, y eso sucedía todas las noches, siempre que no estaba lo suficientemente cansada para dormirse al instante.

Vuelve a beber intentando no prestarle atención, pero sus oídos habían escuchado todo. Claro, tardaría en llegar a su cerebro y en trabajarlo, pero al menos había oído todo.

Deja la botella, ya vacía. Le hace señas a Tom y éste deja otras tres más sobre la barra. Le pertenecían al morocho. Se pone de pie y no sabe como, solo agradece a Dios por sus pies, con una velocidad increíble, en tan solo unos segundos se encuentra delante de Raissa. Y poco le importa que aquella noche termine en un error, puesto que terminaría tarde o temprano.

-Callémosla.-susurra cerca de ella. La verdad que quiere besarla, no sabe porqué. Y ella en aquel estado, al igual que él, casi se podría decir que era muy vulnerable. Lyam jamás se aprovechaba estando sobrio, pero en aquel estado era capaz de todo.

Da una última sorbida al cigarro, extinguiendolo sobre la madera de la barra, sin ser del todo consciente de lo que hacía. Probablemente se hubiera comido unos bonitos insultos por parte del barman, pero no los había oído. En cuanto vuelve a mirar al frente, se encuentra con Lyam, allí, diciendo sabrá dios qué cosas, y lsabe qe se abalanzara sobre ella, por asi decirlo, tarde o temprano. Y, mierda, sus esfuerzos por acallar a la vocecita habían funcionado, quizá demasiado, y su cuerpo ya no responde del todo a su razón. No lo piensa ni un segundo, o quizá lo habría hecho de haber podido, qué dá. Enrosca sus brazos alrededor de su cuello, buscando su boca. Sabía que no haría aquello ni a propósito estando en sus cabales, pero en ese momento no lo estaba y probablemente se arrepintiera de todo lo que haría. Bah, ya no escucha voces en su cabeza, sólo hace lo que el cuerpo dice. Y el cuerpo quiere que bese a Lyam, y así será.

Le sorprende aquel beso de Raissa, pero él le corresponde. Todo en él decía que vaya por ella. Y es así que Lyam envuelve sus brazos alrededor de la cintura de la castaña para apegarla a su cuerpo, sin antes dejar pasar el hecho de que acomoda las piernas de ella alrededor de su cintura. Y así y todo, ella sigue sentada en su banco.

La besa con intensidad. Y es que desde esa tarde que quiso besarla, y la castaña lo rechazaba mandandole palos de comentarios.

Si se paraba a pensarlo, estaría eterna y absolutamente arrepentida de todo aquello.Un tanto alcoholizada y drogada, con alguien que desde un principio le había parecido un niño insoportable, el cual estaba ya totalmente ebrio, la misma persona que casualmente había intentado asesinar hacia poco más de unas horas. Si se paraba a pensarlo, en ningún momento habría aceptado ir allí con él, porque sabía que todo acabaría así, tarde o temprano, con más o menos consumiciones encima. Pero, por alguna cosa que tiene la vida, nunca nadie se para a pensarlo, y ella no era la excepción a la regla.
Simplemente estaba allí, besando a la persona más irritante que jamás había conocido. Se deja llevar sin oponer resistencia alguna, mordisqueando apenas su labio inferior antes de adentrarse en su boca. Sabía que algo andaba mal ahí, pero, mierda, no podía ni quería detenerse. ¿Ni quería? Uf, aquello era más de lo que esperaba. Lo que fuera que estuviera planeando el morocho, a ella podría parecerle bien siempre y cuando su cerebro no vuelva a escena. Y, ¿lamentablemente?, ya sabe cómo asegurarse de que eso no suceda.

La deja unos segundos para respirar y observarla, tan lúcido como se encontraba. Estaba mandándose macana tras macana, y no sabe cómo pero se había dado cduenta de aquello. Y solo sonríe un tanto gamberro, algo ya propio de él, antes de volver a sus labios, disfrutando aquello como si fuera algo especial. Y sí, que lo era.

¿Había pensado alguna vez que el alcohol resultaba siendo siempre un remedio para todo, de alguna u otra forma? Pues, mierda, se reatractaba. Sabía que cada segundo que pasaba no hacía más que complicarse un poco más la vida. Y todo aquello era más responsabilidad de ella que del alcohol, lo sabía, y cómo. Pero le era muy dificil convencerse de aquello, no quería ni pensar que era su culpa, la hacía sentirse... Y nunca estaba de más hecharle la culpa a la vida por la manía que tenía de joder todo lo que la rodeaba. Era una mierda de persona y pensar en eso le hacía sentir diez veces peor.
Y eso siempre acababa llevandola a dejarse llevar, valga la redundancia. Estaba convencida de que si intentaba hacer algo racional, algo que ella realmente creyera o quisiera hacer, todo sería mil veces peor.
Lo besa con intensidad, buscando descargar con él todas las ideas mezcladas que la confundían tanto.

Muerde su labio inferior, bloqueando todo su cerebro cabeza y l oque fuese. No quiere pensar en nada, siquiera en las consecuencias.

Acaricia la espalda de Raissa, ya dentro de la remera. Mierda que era rápido Lyam; aquello se debía ala experiencia, sin duda. Y es que estaban allí, y todos pasaban a su costado como si nada. O ellos se besaban como si nada.

Se separa del morocho un momento, girando el rostro hacia la barra, dónde estaban aún las tres botellas que Lyam había pedido hacía apenas unos minutos. Y es que necesita algo más que un vodka, un armado y un beso. Mierda, adicta. Abre la botella y se la lleva a los labios sin pensarlo. Sabía que eso la destruiría, y probablemente era esa la causa principal de su decisión. Era autodestructiva. Comienza a beber tragos largos, le ardía la garganta. Cuando vuelve a apoyar la botella sobre la mesa ésta tenía menos de la mitad de su contenido, y ella tenía menos de la mitad de su lucidez. Se vuelve hacia Lyam con los ojos ya enrojecidos, esbozando una media sonrisita torcida, y ataca sus labios una vez más.

Disfruta como si no hubiera mañana, y casi maldice cuando siente que los labios se alejan.

La observa, con los ojos abiertos a duras penas. Y no pierde de vista ninguno de sus movimientos, hasta que vuelve a sentir aquellos labios nuevamente. Se apoderaría de ellos, tal como lo había dicho en la tarde.

Y así como estaba, la aleja de la banca y la lleva a una de las habitaciones del costado, solo para personas especiales. {claro, él tenía todo a sus pies allí} Había dado unos tropezones pero jamás la había soltado ni había caído.

Cierra la puerta con un pie, y la lleva a ella contra una pared, arrinconándola allí sin abandonar su boca.

Cada paso que da Lyam le parece a ella un paso a la horca. Y sorprendentemente no le afecta ni un poco aquello. Bah, su consciente ya no tenía nada que hacer por allí. Se funde en su boca, disfrutando ya, libre de cualquier estúpida confusión que pasara por su cabeza. Ya tendría tiempo para arrepentirse, si aún lo creía.
Hunde una mano en su cabello negro al sentirse arrinconada contra la pared, sin salida. Su otra mano baja veloz por su pecho hasta los botones de su camisa. Entre la reducción de su motricidad fina y el poco espacio entre sus cuerpos, se le complica bastante la situación, pero, al cabo de unos momentos, logra desabrochar dos botones, y luego otro más, sin abandonar su boca. Hey, que no se menosprecie, tenía los dedos nudosos y los reflejos reducidos, podría considerarse todo un logro el tener aún la capacidad de desabrochar botones. Bien, probablemente fuera una de las capacidades que nunca se perdían. Lo que fuera que tuviese esa bebida que acababa de consumir ya había comenzado a hacer efecto en ella, y cómo.