But that’s not what gets me ♪

- L i b r e -

Era fin de semana, por fin, en la Academia. Siempre, y era un vicio a esas alturas, salía al pueblo de fiesta, sola o acompañada. Pero aquel día era diferente. No. Livv no tenía ganas de ir a ningún pub o disco, se axfisiaría entre tanta gente, el tumulto y cuerpos rozándose... No, Livv no estaba para esas cosas.

Antes de salir de su habitación, buscó su cartera y la llenó de cosas: un cuaderno con una lapicera, cigarrillos, algo de alcohol y su iPod. En la mano, llevaría la lámpara y una manta para poder sentarse. Diez minutos después de organizarse, salió hacia el bosque, liviana de ropa. Llevaba un jean, zapatillas, una musculosa con tirantes y una campera con capucha. En los pasillos del colegio, muchos estaban listos para salir y la miraban extrañados de que ella no se les uniera a la fiesta. La rubia los ignoró olímpicamente, y apuró su paso. En cinco minutos, ya se había internado en aquel bosque, buscando su claro favorito.

El hermoso rubio había salido por la mañana a caminar y se había internado en el bosque hasta que su estómago había gruñido, en ese instante se dió cuenta que estaba perdido. Cómo le importó nada aquello se subió a un gran bananón para tomar un par de aquellas frutas para el almuerzo, había comido y ahora dormía una siesta, demasiado larga porque ya había oscurecido. Welham dormía contra las ramas de unos árboles en el suelo, con el cabello desparramado y abrazando el tronco como si se le fuera la vida.

Bingo, su claro estaba a unos metros delante de ella. Sonriendo de medio lado, apresuró el paso para llegar al claro. Una vez allí, dejó la lámpara que llevaba consigo en un costado y tendió la manta justo en el medio del lugar, sin percatarse de que había alguien allí además de ella. Prendió la lámpara y se sentó en la manta que había tendido segundos antes, quitándose su mochila y sacando de ella su cuaderno con la lapicera. Comenzó a escribir, escuchando los ruidos nocturnos del lugar. Le transmitían paz.

Welham sintió algo que le picaba en el trasero y comenzó a rascarse el trasero con ímpetú y molestia, lo habían despertado ssu corto letargo. El rubio se sentó refregandose los ojos e intentando encontrar que cosa lo había picado asi, una pequeña araña ya andaba por sus cabellos cuando se puso de pie para buscar la salida hasta encontrar un claro.

Había escrito cuatro páginas en menos de quince minutos. Era increíble cómo a veces las palabras e ideas salían de ella con tal fluidez. Escuchó que una rama seca serca de ella se rompió. Alzó sus ojos celestes del cuaderno y miró para sus dos costados. Quizás era un pequeño animal, nada más... Volvió a concentrarse en su cuaderno, sin dejar de escuchar y de prestar atención en los sonidos cercanos a ella.

Seguía rascandose el trasero cuando vió a una chica acampar en ese mismo claro, había dormido más de diez horas y ahora los parpados le seguían pesando. Welham se acercó torpemente a un árbol, quizás debía dormir un poco más?

Volvió a escuchar ruidos detrás de ella. Ésta vez, eran diferentes. Se oían como pasos. Automáticamente, cerró su cuaderno y se dio vuelta, haciendo que su rubia melena se acomodara con naturalidad en uno de sus hombros. Un rubio muchacho adormilado caminaba hacia un árbol. No lo reconoció. ¿Qué demonios hacía allí? Suspiró y se levantó de la manta, para acercarse a él con amabilidad.

-Disculpa...- lo llamó, acercándose con cuidad. -¿Estás bien?- pregunta, manteniendo una distancia prudente con él.

Disimuladamente se rascó sus pompis contra el árbol para luego dejarse caer sentado bajo este, no había sido buena idea quedarse solo en aquel lugar. Una voz lo sacó de su sopor y levantó la vista para ver a la despampanante rubia que estaba a unos pocos metros de él. La araña cayó de su cabello y caminó por sus vaqueros lo más campantes. - Si si.. - contestó haciendo un gran esfuerzo por enfocarla.

Se mordisqueó el labio al ver que le costaba un poco enforcarla. Eso nunca era una buena señal. Podrían haber pasado muchas cosas: alcohol, drogas o que algún insecto le había picado. Sus ojos justo habían bajado al jean de aquel rubio y pudo ver perfectamente cómo una arañita paseaba por su pierna con extrema tranquilidad. Despacio, se acercó a él y la tomó entre sus manos, para luego reincorporarse y llevársela lejos. Luego volvió a donde el rubio.

-Creo que tendríamos que volver. La enfermera debería de verte- le dijo, ahora acercándose más a él.

Ladeó el cuello sin enttender a la chica en un primer momento. Cuando ella agarró la araña supo de lo que se trataba, y era una gran mierda. - No creo que llegue a la enfermería.. - susurró bebiendo una gota de sudor que caía de su rostro pálido hacia sus labios. - Gracias igual Liv.. - volvió a murmurar abrazandose las rodillas.

Hizo una mueca al ver el color pálido que tomaba su piel y al escuchar su nombre. ¿De dónde la conocía? Mierda Welham. Y había comenzado a sudar frío. Mierda Welham al cuadrado. Livv fue por su mochila y su manta. Lo envolvió con ésta, y se quitó su chaqueta para pasársela sobre sus hombros. Buscó en su mochila algo para darle, siempre dejaba todo allí dentro.

Bufando suavemente, Livv encontró una botella de agua y un antídoto. Habían quedado allí desde sus vacaciones en familia. Aquello le serviría. Destapando la botella, le dijo a aquel muchacho: -Te daré algo para que tomes-. Le dio primero un sorbo de su agua, esperó a que tragara y luego le dio la poción que era algo así como multiusos. Se sentó a su lado, esperando su reacción.

- Es la alergia, estoy seguro.. - murmuró dejandose abriiga r con toda esa calma que él tenía. No existía el tiempo apra él. Welham se movió rascandose OTRA vez el trasero con la grava y volvió a estremecerse, su rostro comenzaría a hincharse y a ponerse rrojo en pocos minutos.

- Dime que la poción no tiene hiervas de ningún tipo.. - le pidió mirandola con los ojos brillosos y la botella en la mano.

Livv trató de recordar. Hiervas, hiervas... No, no tenía hiervas o por lo menos eso registraba su mente. -No, no tiene ni una sola hierva- respondió, no muy segura de su respuesta, pero sin expresar eso en voz alta. Si en unos minutos no mejoraba, lo llevaría a la enfermería. Como sea.

Le sonrió entrecerrado los ojos, respirando con lentitud y aferrando la colcha con él, tenía mucho frío, fiebre y sueño, sentía que pronto todo comenzaría a girar a su alrrededor.

Recuerdo que cuando.. pequeño me pasó algo parecido, me había picado una aveja, y mamá lloró porque no podía mantenerme despierto.. sabes lo que hizo? - preguntó conl os ojos cerrados ya.

Aaay no, aaay no. ¿Qué diablos hago?, comenzó a pensar una y otra vez. Tenía que hacer algo, necesitaba que alguien que supiera de medicina lo viera. Lo único que se le pasó por la cabeza a Livv, fue pegarlo a su cuerpo, para poder transmitirle un poco de su calor coorporal.

Negó con la cabeza ante su pregunta. -No, no tengo idea- murmuró. Quizás esa experiencia le sirviera a ella en esos momentos.

No pudo terminar de contarle, porque al momento en que ella lo apoyó a su cuerpo se quedó dormido como uun niño pequeño todo acurrucado en las mantas. Welham suspiró cansino, sin dejar de temblar sobre el cuerpo de la chica aquella.

Estaba atenta a su respuesta, que nunca llegó. Bufó y miró su rostro. Sus ojos estaban completamente cerrados y su cuerpo temblaba. Le había levantado fiebre. Lo acurrucó más a ella, para que dejara de temblar. Con la mano que tenía libre, buscó su mochila para buscar su varita. Enviaría alguna señal a la Academia para que vinieran por ellos. O tendría que usar algún hechizo de levitación para poder llevarlo a la enfermería.

Su cuerpo no era demasiado pesado paral levarl oa las rastras, pero tenía tanta suerte que podía picarle una hormiga o algo más en el camino, o hasta golpearse con una rama. Welham no lo pensaba, dormía contra la chiica en calma, Podía permanecer con esa paz hasta en los peores momentos.

Maldijo por lo bajo. Se había olvidado su varita en su habitación. ¿Cómo mierda podía olvidarse su varita JUSTO en aquella ocación? Nunca lo hacía, nunca salía a ningún lugar sin su varita. Pero aquella ves, el apuro de salir de las cuatro paredes que la rodeaban constantemente, fueron más grandes y ahí estaba su descuido.

¿Qué haría? Livv se corrió sus blondos cabellos hacia un costado, para que no le molestaran al dormido muchacho. No podía llevarlo a las rastras ni tampoco podía alzarlo. Mierda.

El rubio suspiró dormido, casi desvanecido no sentía su trasero ni su rostro. Welham abrió los ojos enfocando a sonde estaba, pero sin reconocer el olor, no era su mami. Tenía el rostro pálido y la mandíbula hinchada como pitbull. - Tengo fío.. - susurró haciendo una mueca extraña.

Livv se mordisqueó el labio inferior, realmente preocupada. Cuando la rubia tenía buen humor, tenía corazón. Miró el rostro que aquel muchacho y, en otra ocación, de seguro se habría reído de lo gracioso que le había resultado su mueca. Pero no.

-¿Podrás caminar conmigo?- preguntó, sin estar muy segura. No tenía fuerzas para alzarlo y correría otro riesgo más grave si lo arrastraba.

Asintió con debilidad tomando la manta para taparse los hombros, caía rocío y aquello lo hacía estremecer. - Gracias.. por no dejarme acá.. - murmuró mirando sus pies, tan niño él.

Lo arropó mejor. Aquello le salía demasiado natural y era extraño que fuera con un desconocido. Negó con la cabeza, restándole completa importancia. Tampoco era una desalmada. Solamente... complicada.

-Me esperas quieto que voy por mis cosas y nos vamos- le dice, sonando lo más dulce posible. Lo apoya con cuidado en el tronco aquel y se levanta, juntando todas sus cosas con rapidez. Lo único que tiene en sus manos es la lámpara.

-Ahora sí- murmura, agachándose para tomar una de sus manos y pasársela por sus hombros.

Welham la esperó apoyado en el árbol, parecía que tenía fiebre y no dejaba de temblar. El rubio sse tomó de ella, pasando su mano por los hombros de la chica y comenzando a caminar con ella.

Los árboles se le hacían enormes e interminables ahora, y los ruidos de la llegada de la noche los escuchaba demasiado fuertes.

Livv lo aferraba a ella, tomándolo de la cintura y pegándolo a su cuerpo, ya que en la otra mano tenía aquella lámpara para poder iluminar su camino de regreso al instituto. Solamente rogaba poder llegar a tiempo y no dejar que su fiebre aumentara aún más, si eso podía pasarle.