Recorriendo [l i b r e]

No tenía mucho por hacer, así que me dispuse a recorrer la academia. No sabía por donde empezar, realmente era grande y como necesitaba un poco de aire fresco, decidí dirigirme a los exteriores. Comencé a caminar sin rumbo alguno, observando a la gente divertirse, pasando el rato.
Mis pies andaban solos y mi mente estaba en blanco, era como una especie de paz que no logro explicar.
Cuando decidí ver por donde me encontraba, me vi rodeada de árboles y arbustos de distintos tamaños y tonalidades. Efectivamente, estaba perdida.
La luz que reflejaba la luna se filtraba entre las hojas de los árboles. Me senté en un tronco que yacía en el piso.

Ya no sabía qué hacer para entrenerse un rato, de algún modo había llegado al bosque y allí se había quedado. Había tenido ya tiempo suficiente para estudiarse toda la academia, de punta a punta, en especial el bosque: por algún motivo amaba los bosques. Allí estaba, recostada a los pies de un viejo roble, jugueteando entre sus dedos con unas setas que acababa de conseguir. Una sonrisa traviesa se dibujaba en su rostro: reconocía esas setas, eran las mismas que crecían en los alrededores de la campiña en la que se había críado.
Pasos temblorosos sobre las hojas secas le hacen sobresaltar. Una muchacha rubia, seguramente estudiante, acababa de sentarse en un tronco a pocos metros de ella sin apenas notar su presencia. Arrancó las setas y se volteó, apoyando la espalda contra el ancho tronco del árbol, haciendo un ruido totalmente innecesario para llamar la atención de aquella chica.

Escuché un ruido pero no me sobresalté, no solía pasarme. Por un momento pensé que se trataba de algún animal... un búho o algo por el estilo. Pero al girar mi cabeza para intentar averiguarlo, divisé la silueta de una persona. Claro está que era una chica, la luz de la luna ayudaba un poco con la vista en esos momentos. Quizá no podía dormir, o solo tal vez le gustaba salir de noche, como a mi me pasaba.

Me limité a observarla unos escasos segundos y saqué un atado de cigarrillos de mi jean, mirando la copa de los árboles.

Sabía que ella había notado su presencia, pero por supuesto que no hablaría, como Raissa tampoco lo hacía. No cesaba de juguetear con las setas entre sus dedos, perdida, pensativa. Se sacudió un poco el cabello, acomodando un mechón que le molestaba la vista detras de la oreja. Su cabello solía mantenerse igual de desordenado como ella, para no generar un efecto contraproducente, claro está. Dirigió la vista al cielo, la luna reflejaba una luz intensa, todo se veía con claridad allí, algo extraño en Inglaterra: que no lloviera. Era una noche realmente hermosa, tranquila. Vio de reojo que la chica abría una cajetilla de cigarrillos y esbozó una sonrisa torcida.
-Asi que fumas, ¿Eh? - murmuró lo suficientemente fuerte para que ella le oyera -. Todos aquí lo hacen, no creo que el reglamento del colegio tenga algo en su contra pues estariamos todos expulsados.

- Lamento comunicarte que soy una de esos que les duran un suspiro - murmura, tranquila y desafiante a su vez -. Y poco me importa, puedo vivir sin ellos, pero son un gusto que suelo darme a menudo.
Volvió a sonreir de costado, gesto común en ella. Dirigió la vista al frente, donde acababa de caer la corteza que la chica había tirado y se volvió hacia ella con repentina curiosidad.
- No me has dicho tu nombre - dice, manteniendo un tono sereno que le caracterizaba.

Dí una pitada a mi cigarrillo, esta vez, exhalando el humo por la nariz.
- Madison. - le contesté indiferente. No sentí por qué disculparme ni nada. Era lo que yo pensaba y no iba a cambiar eso por caerle bien a alguien, o solo por dar una primera buena impresión.
La noche se estaba volviendo más fría, algo que me encantaba: el frío. Cuanto más frío hacía, me sentía major... en todo sentido.
Me heché, desde la frente hácia atrás, el pelo con la mano que tenía libre y miré a la muchacha.

Se acomoda en su posición, estirandose un poco y flexionando una rodilla, el frío le calaba hasta los huesos, pero estaba acostumbrado a ello. Estaba en realidad demasiado desabrigada para la fría noche, y poco y nada le importaba, un short, botas cortas y una remera era lo único que necesitaba, el calor lo podía conseguir de cualquier forma, no necesitaba disfrazarse de muñeco michelin. Una brisa suave le erizaba el vello de la nuca, agradable sensación, sólo le faltaba un detalle a esa noche para llegar al podio de sus noches solitarias, no se encontraban alli las mas solitarias sino aquellas en que más se había entretenido en soledad, si, solía recordar sus noches de aburrimiento y capitulizarlas. Estaba total e irremediablemente loca, y le encantaba.

Miró a su alrededor, en calma, lo que sucediese allí no le detendría ni mucho menos, pero podía ser un factor que afectara el resultado de aquello que planeaba hacer. No lo pensó ni un momento y comenzó a masticar una de las setas que había encontrado.

Me acomodé en mi lugar cruzándome de piernas.
- ¿Y tu nombre es? - pregunté a la vez que extendia mi mano ofreciendo un cigarrillo a la muchacha.
No era de socializar con gente que apenas conocía, o que siquiera había hablado, pero ¿qué iba a perder? No había mucho para hacer allí donde me encontraba, aunque tampoco me hacía falta... la soledad era mi mejor compañera, como mucho tiempo lo venía siendo.
Dí un suspiro profundo y cerre los ojos un instante. Me gustaba ese lugar, desde pequeña los bosques habían sido un refugio para mí. nunca me perdía en ellos y me sentía libre. Abrí los ojos y, en ese momento, la luna estaba justo sobre mí.

Sin cesar de masticar aquella dura seta, toma el cigarrillode la mano de Madison y lo enciende.
- Brooks - responde apenas y se lleva el cigarrillo a los labios, dandole una larga sorbida y expulsando el humo por la nariz.
Comenzaba a dolerle la cabeza, algo tan común en ella como su voz monocorde, pero esta vez el dolor se intensificaba. Raissa no pudo hacer otra cosa que largar una carcajada. Oh si, estaba haciendo efecto y era maravilloso.

- ¿Estás bien? - no pude evitar lanzar una risita al ver que reía de esa forma. Cuando hablé mi aliento se notaba en la oscuridad.
Casi terminaba mi cigarrillo, dos o tres pitadas mas y ya estaría acabado.
Mientras observaba a Brooks, que supongo sería su apellido, me acomodé la gargantilla tirando de ella, como si me estuviera ahorcando.

Su risa se intensifica ante la pregunta. Respira hondo y cierra los ojos en un intento por relajarse, cosa que no acaba costándole mucho. Se recuesta en su posición y traga al fin aquella seta. Sacude dos veces el cigarrillo entre sus dedos para que caigan las cenizas y vuelve a llevarselo a los labios, donde les vuelve a dar una sorbida.
- Perfectamente - responde, ronca, expulsando entre sus palabras el humo del cigarrillo.

- Eso parece... - comenté un poco sarcástica, como casi siempre lo hacía.
Ya terminado mi cigarrillo, lo apagué contra el tronco y lo arrojé hacia mi izquierda sin poder ver donde caía. Tomé otro sin vacilar y lo encendí, mientras el humo se filtraba entre alguno mis dientes.
Sosteniendo el cigarrillo con los labios, me até el pelo en unos segundos y cerré los ojos, relajada.

Rie amargamente ante el sarcasmo de Madison y baja la vista al suelo. Su cigarrillo se consumía solo entre sus dedos, en la misma mano en que sostenía las setas que le quedaban.
- Gracias a dios no eres adicta, querida - murmura con una sonrisa torcida.
Levanta la vista al cielo, la luna estaba allí, brillante, iluminando lo que hubiese sido la perfecta noche oscura. Su luz se reflejaba por todas partes, hacía brillar el rocío sobre las hojas secas, daba lugar a algunos animales a salir de su escondite, y a otros a meterse en ellos. Provocaba un movimiento inusual en el bosque, nada estaba tan calmo como debería estar. Y eso le mareaba. Todo se movía a una velocidad insoportable, las hojas crujían, las ramas se balanceaban, la luna giraba en el cielo. Raissa se puso de pié lentamente y se apoyó contra el roble al tiempo que le daba una larga sorbida al cigarrillo.

- Digamos que me se controlar.. por ahora - las últimas dos palabras las pronuncié muy bajo, en un susurro. Aspiré un poco más de mi cigarrillo reteniéndolo unos momentos y me acosté boca arriba sobre el tronco, dejando mi espalda totalmente curvada y mis manos y pies tocando el suelo. Mis largas uñas rasguñaban la tierra, sólo por hacer algo.
Me puse a reflexionar sobre mis problemas... "Já, como si fueran a tener solución", pensaba.

Todo continuaba moviendose. O quizá sólo lo hacía a ojos de Raissa, pues Madison acababa de recostarse con calma, pensativa, relajada, del mismo modo que ella no haría en la situación en que se encontraba. Estaba mareada, el mundo parecía girar tres veces más rápido de lo normal. Desde un principio ella supo la causa, razón por la cual no le preocupaba, aunque, pensandolo bien, probablemente tampoco le preocupara si no tuviese motivos. Ya no sentía frío, no tenía sueño, no estaba aburrida, tampoco se divertía. Se mantenía en ese limbo en el que solía vivir, simplemente vivía y eso le bastaba.
Acaba su cigarrillo de una vez, cansada estaba ya de él, y lo apaga contra el húmedo tronco detras de ella.

- Hey, Madison, ¿Quieres probar algo divertido? - murmura riendo, aquella estúpida carcajada volvía a acometerle.

Me levanté para lograr verla un poco - ¿algo divertido? - me extrañé, porque su voz vacilaba, pero más que nada porque estaba más tambalenate de lo normal, por decirlo de algún modo.
Consumí un poco más de mi cigarrillo hasta llegar a la colilla, de la cual fumé un poco también, y me terminé parando con mis manos en los bolsillos dispuesta a escuchar lo que tenía para proponer.

Se acerca a la rubia con una sonrisita complice y expiende su puño izquierdo, el cual abre luego y deja entrever algunas setas que se mantenían en el perfecto estado en que las había encontrado.
Sin mediar palabra, no deja de mirar a su acompañante con la cabeza torcida, no por algo en especial que tuviera esa postura, sino porque era la manera que encontraba de caminar sin tropezar. El mundo seguía moviendose más rápido que ella.
- Juro que no son champiñones - ríe, picara.

Comencé a reir y mirando las setas y después su rostro, comenté con un simple necesitaba algo así y acto seguido, arranqué prácticamente las setas se su mano llevándolas a mi boca.
La miré detenidamente y sonriendo. Comenzaba a caerme bien, quizá por que puede que este tan loca como yo.

En el momento en que Madison toma las setas que ella le ofrece, sonríe. Quizá no fuese la única demente allí, porque estaba segura de que una persona en plena cordura no haría aquello. Ni siquiera sabía si alguien más sabía aquello, pues lo había descubierto en alguna de sus excursiones por su propiedad, de pequeña. Había probado tantas cosas en esa ocasión...
Y allí estaba, años después, seguía consumiendo aquellas cosas extrañas cuando las conseguía, no sabía cuál era su nombre científico, sólo sabía que eran lo más maravilloso a la hora de borrar penas, aunque claro, todo volvía en cuanto el efecto terminaba. Sólo le faltaría un empujoncito para perder totalmente la cabeza, pero no era eso lo que quería, perder la conciencia y que alguien se preocupe, que alguien las descubra, que alguien lo sepa todo. No, aquello era cosa suya. Toma la última pequeña porción y se la llevó a la boca, donde la mastica como goma de mascar.

A medida que masticaba, un fuerte dolor desde detrás de sus ojos hasta la base de la nuca le punzaba fuerte, muy fuerte. No le importó mucho ya que estaba acostumbrada a ese tipo de dolores y sabía que en algún momento iba a cesar. En ese instante deseó tener más de eso que Brooks le había convidado. Se sentía bien, como toda su locura, pero potenciada y a ella le encantaba estar loca, lo amaba. El instante comenzó a sentir ese placer que solo los dementes conocen, comenzó a reir balanceándoce un poco sobre la chica que acababa de conocer.
-Dis.. disculpa - dijo entre risas apenas pudiendo respirar.

El efecto había llegado rápido en ella, por lo visto. Con el tiempo, uno comenzaba a acostumbrarse al dolor de cabeza, pero nunca acababa de hacerlo con aquellos malditos - o quizá benditos- mareos. Y eso que no llegaba la mejor parte. Si tan sólo tuviera algo de beber...
- No pasa nada - ríe, algo estupidizada -. Por si te interesa saberlo, son "hongos alucinógenos", aunque aquello suene como proyecto de la NASA.
Sus pupilas comenzaban a dilatarse, iba adquiriendo, lentamente, una expresión desquiciada.

- Lo supuse, - dijo logrando mantenerse en pie. - mi hermano tenía unas cosas así, por eso nunca me dejaba entrar a su habitación. -

Todavía no me mareaba del todo, pero no tardaría en hacerlo.

[perdon, es que estoy haciendo 324234 cosas xD]

La mención de un familiar no le agrada en absoluto, la familia unida es una asignatura que aún no logró rendir. Pero eso no es motivo para que ella se moleste notoriamente, simplemente continúa comprimiendose dentro de su cabeza, tal como lo hacía con cada cosa que le hacía daño.
- Pues yo no tuve hermanos ni nadie que pueda entrar a mi habitación y descubrir que cosas hay dentro, solía dejarlos en cualquier lado, llegué a tener un "huertito" por asi decirlo - ríe a carcajadas -. Aún lo recuerdo, en las raíces de un viejo álamo, crecían a montones. No recuerdo bien qué era, pero había enterrado algo ahí debajo - dice sin dejar de reír.
Dirige la vista al cielo, todo comenzaba a tomar distintos colores, todo se veía diferente, ya nada era gris como lo había sido al comienzo de la tarde. Estaba, total y definitivamente, bajo el efecto de aquellos hongos. Hongos que le ocultaban las penas y los temores, o los dejaban más a la vista, al fin de cuentas acababa siendo todo igual.


((todo bien, yo tambien me habia ido y ahora me ovy a comer supongo XD))

Comencé a perder fuerza en las piernas y de alguna forma terminé tirada en el suelo.
- Lástima que mi hermano me odiaba, así que era casi lo mismo que no tenerlo... casi nunca me dirigía la palabra y si lo hacía era para gritarme. - no podía mantener el control de mis palabras, mis pensamientos sólo se reproducían por medio de mi boca, como si quisieran escapar.
No paraba de reír y ahora me parecía, quizá, que la chica me miraba detenidamente.
Yo aún yacía en el suelo, manchándome la ropa con tierra y hojas enganchándose en mi pelo. Respiraba profundamente, intentando recuperar el aliento tras ese ataque de risa.